Comentario
En el Congreso de Nuremberg de 1936, Hitler proclamaba: "La propaganda nos ha conducido hacia el poder; la propaganda nos ha permitido después conservar el poder; la propaganda nos dará la posibilidad de conquistar el mundo".
Sin embargo, el propio Goebbels sabía que el sorprendente y colosal aparato propagandístico que había creado el nacionalsocialismo, y que tan eficazmente había servido para fanatizar al pueblo alemán, e incluso para apoyar aparatosos montajes sobre la opinión pública, como los del plebiscito del Sarre, el "Anschluss" austriaco o los Sudetes checos, era insuficiente para lanzarse a una guerra de propaganda.
La radiodifusión carecía de emisoras lo suficientemente potentes como para llevar la guerra de las ondas al extranjero; y el personal especializado para producir programas eficaces era escaso.
La prensa alemana, o controlada por alemanes, tenía una importancia relativa en el mercado internacional. La vanguardia informativa estaba en manos de agencias de noticias como Reuter, Havas o Associated Press.
La producción cinematográfica alemana, que apenas si cubría las necesidades internas, no podía pretender "invadir" los mercados extranjeros. Incluso las compañías de propaganda, el elemento más novedoso que introducía Alemania, tuvieron deficiencias técnicas a la hora de aplicar la propaganda oral, y carecían de suficientes aparatos lanza-octavillas; sólo cuando los aliados llenaron el suelo alemán de panfletos, se intentó solucionar el problema.
Los altavoces y las emisoras de radio desde el frente en apoyo de las operaciones militares sólo se utilizaron teóricamente. El servicio de espionaje y la "quinta columna", elementos tan sobrevalorados de la organización nazi en el exterior, respondían a esquemas superados de lucha psicológica y resultaron insuficientes.
Ciertamente la mejor propaganda alemana fue su propio Ejército: innovador, con grandes recursos técnicos, buena organización y excelente preparación psicológica; mientras las campañas militares fueron favorables, la propaganda respondió plenamente a los objetivos deseados.
Tras la blitzkrieg polaca, la llamada guerra de nervios divulgó el mito de la omnipotencia nazi y debilitó considerablemente la cohesión y decisión aliadas.
Sobre Francia, dos de las denominadas emisoras secretas alemanas (G-Sender) -ya experimentadas en la guerra civil española-, inculcaban la pasividad. Una, apelando al patriotismo y la paz; otra, la emisora de radio Humanité, presionando a los comunistas franceses -con ayuda de la madre Rusia- para que no se incorporaran a filas.
Contra Inglaterra se recurrió a sembrar el descontento y el deseo de paz a través del célebre programa radiofónico de un nazi irlandés conocido como Lord Haw-Haw.
En la primavera de 1940, los fracasos diplomáticos llevaron al Ejército, alemán a nuevas acciones relámpago en Dinamarca, Noruega y los Países Bajos, orquestadas por lo que se conoció como la estrategia del terror: se divulgaban secretos probando la seguridad del espionaje nazi; se organizaron campañas de rumores derrotistas reforzadas por la radio y los folletos; la "quinta columna" imposibilitaba toda resistencia; y mientras se propagaba a los cuatro vientos que los alemanes habían resuelto invadir las Islas Británicas, las divisiones Panzer marchaban sobre París.
Tras la caída de Francia, el tono fue más amenazante. Cinco emisoras actuaron desde junio de 1940 contra Inglaterra incitando al pueblo inglés a la rebelión; a pesar de todo, Inglaterra no se rindió.
Una guerra de propaganda moderna requería bastante más. Era preciso conocer día a día la situación del enemigo, sus pensamientos y sentimientos, así como tener noticia del efecto producido por la propaganda desplegada hasta el momento.
Alemania había diseñado una propaganda de guerra ofensiva, para situaciones de acoso y desconcierto, pero no previó una guerra de desgaste; ni valoró la contrapropaganda enemiga; ni consideró que la propia se aplicaría mayoritariamente en países democráticos, sobre hombres libres.
Cuando se demostró que sólo a base de propaganda y mentiras no se podía conseguir una victoria permanente, Alemania estaba perdida.